El tilt: Bad beats y varianza
por Robert Langer
Las emociones se salen con la suya
En póquer, tanto los bad beats (mano en la que eres favorito pero pierdes por una carta improbable) como la varianza elevada son realidades contra las que no se puede luchar y que nadie que sepa algo sobre el juego puede negar.
Por regla general, los "afectados" saben en qué consisten tanto los bad beats como la varianza, sólo que no hacen nada al respecto para cambiar la situación. Todos sabemos lo que significan, pero las oscilaciones en el juego y las continuas situaciones desfavorables inesperadas acaban por impedir que juguemos al cien por cien de nuestras posibilidades.
¿Pero por qué nos ocurre esto? Pues porque a nivel cognitivo, es decir, a nivel de comprensión, entendemos lo que sucede, pero la situación nos acaba sacudiendo emocional e intuitivamente. Somos conscientes de lo que ocurre desde el punto de vista racional y, con la ayuda de nuestro cerebro, luchamos por mantener el control, pero nuestras emociones al final se salen con la suya. Nos dejan K.O. y acaban con nosotros.
Por eso, tienes que repetirte una y otra vez que tener malas rachas en el póquer es algo completamente normal y que sólo repercute en las pérdidas reales, por lo que ni tu estado de ánimo ni tu forma de jugar deben verse afectados por esta situación.
Quien suele entrar en tilt está, a la larga, condenado al fracaso.
No hay aspecto psicológico que influya tanto en el éxito sobre la mesa de poker como lo hace la propia tendencia al tilt.
Hemos decidido utilizar estas palabras introductorias y no otras, ya que cualquier persona que esté un poco familiarizada con el poker, y no sólo de oídas, seguro que sabe de qué estamos hablando.
El tilt es una realidad, así que, si verdaderamente quieres tomarte el poker en serio, tenemos que explicarte sin falta en qué consiste. Es más, de ser capaz de superarlo por uno mismo depende en gran parte la propia carrera de cada uno como jugador de poker, por lo menos a partir de un determinado nivel. Todo aquel que tenga tendencia a entrar en tilt y no ponga solución a su problema estará, a la larga, condenado al fracaso, y, si no, como mínimo verá cómo sus beneficios se reducen considerablemente.
¿Piensas que exageramos? Pues no lo pienses, ya que a medida que el jugador vaya adquiriendo una mayor habilidad técnica (lo que ocurre como muy tarde a partir de los niveles intermedios), más importante será que sepa cómo actuar en momentos de tilt.
TILT
(del verbo inglés to tilt: caerse)
En el sentido más amplio, se define como tilt el estado de ánimo de un jugador al que no sólo le resulta difícil controlar la manera en la que juega por medio de decisiones racionales, sino que actúa guiado totalmente por sus emociones.
Cuanto menor sea la capacidad técnica de un jugador en comparación con la de sus adversarios, más elevada será la varianza, y con ello las consiguientes e inevitables oscilaciones en el juego (conocidas como "swings"). La propia fortaleza mental, es decir, tanto la estabilidad en los torneos como la capacidad de evitar el tilt, será cada vez más importante. Dicho de otro modo: la predisposición y la actitud psicológicas del jugador cobran cada vez más importancia.
Es por eso que siempre se anima a los jugadores a que trabajen su propia forma de jugar desde el punto de vista mental y psicológico, así como a que sigan evolucionando, evolución que está de nuevo íntimamente relacionada con las propias cualidades personales. De ahí que uno de los aspectos más fascinantes del poker sea el hecho de dejar al descubierto la propia personalidad y las propias debilidades, tanto ante nosotros mismos como ante nuestros adversarios en la mesa.
Bajo los efectos del tilt no llevas ventaja
PECES Y TIBURONES
"El golf de alta competición se juega, principalmente, en un campo de cinco pulgadas y media: el espacio que hay entre tus orejas." (Bobby Jones, leyenda del golf)
Se podría pensar que los jugadores malos o menos experimentados, también conocidos como "peces", son bien recibidos por los "tiburones", apelativo que reciben los buenos jugadores. Porque, ¿no son ellos los que aportan el "dinero muerto" al juego? ¿No son ellos también quienes cometen los errores de los que se aprovechan los mejores jugadores? ¿No son ellos los que igualan cualquier apuesta con la esperanza de completar un proyecto improbable? ¿No son ellos los que no conocen las probabilidades matemáticas y hacen apuestas arriesgadas a diestro y siniestro? ¿No son ellos quienes juegan demasiadas manos iniciales, quienes hacen apuestas incorrectas, quienes no tienen en cuenta la posición en la mesa, quienes sólo igualan en vez de subir, y bla, bla, bla...? ¿Calling stations? ¿Selectivos y pasivos? ¡Venga ya!
Hasta el momento parece que todo funcione sin problemas. Sin embargo, el pez es al mismo tiempo la manzana de la discordia, porque es el que nos sacude continuamente con su mal juego y tiene éxito, quien va repartiendo bad beats con sus dos outs y quien consigue completar proyectos mediocres y acaba ganando. O, a lo mejor, simplemente tiene suerte o hace algo que nos altera o que nos hace entrar en tilt.
Los peores jugadores también pueden ganar.
Si los peces nunca tuvieran éxito con su mal juego, entonces el ratio de ganancias de los buenos jugadores alcanzaría niveles astronómicos. Lo único es que, en ese caso, probablemente no quedarían más peces, porque ya habrían sido todos pescados. El pobre pez, que es principalmente el que más dinero aporta al juego, acabaría incluso siendo insultado de forma horrible. Tendría que pasarse al bando de los perdedores y, sin rechistar, perder mucho dinero rápida y constantemente, dinero que los otros sólo tendrían que preocuparse de recaudar.
Todo aquel que tenga cierto bagaje en el poker está familiarizado con este asunto. Nos molestan los malos jugadores, pero al mismo tiempo tenemos que reconocer que la mayor parte de nuestras ganancias proceden de ellos, lo que nos hace montar en cólera e incluso entrar en tilt. ¿Por qué?
Pues porque un sentimiento como la ira, de índole emocional, nos afecta, nos altera y nos irrita en seguida. Sin embargo, el hecho de que sean los malos jugadores los que ponen el dinero en el bote, más bien se concibe como algo intelectual, como algo totalmente diferente. Porque, al fin y al cabo, si ganamos no será por error de otros, sino por nuestra propia sabiduría y competencia. Está claro, ¿no?
Esto lleva demasiadas veces a que apartemos la atención de nuestro propio juego, y la centremos en el de los otros, lo que no es más que un claro deseo de justificarnos, y que no nos favorece, ya que hace que no nos sintamos obligados a mejorar, ni a esforzarnos por jugar mejor, puesto que les pasamos a los demás la responsabilidad de lo que ocurre en la mesa. Entonces ya no mostraremos autonomía a la hora de tomar decisiones, sino completa dependencia de la voluntad de otras personas.