100% de acuerdo con Roberto palomar :
Una de las virtudes de Zidane es que vive de espaldas al palco. Lo que significa que vive de cara a la plantilla. No tiene que hacer la pelota a nadie por un plato de lentejas. Es Zidane, el de la volea de Glasgow. El de la Undécima. Y eso le otorga una autoridad moral y futbolística para ejecutar cambios como el de Cristiano en Las Palmas. Alguien tenía que hacerlo. Y ya puestos, el luso debería agradecer que quien asume la decisión es una leyenda y no cualquier piernas.
El cambio de Cristiano Ronaldo estuvo muy bien hecho. Lo pedía a gritos. Como pide a gritos empezar algún partido en el banquillo. Pero ahí Zidane ha estado más comedido y ha otorgado a la BBC un estatus de titularidad vitalicia porque tiene que medir muy bien sus pasos. Hay que ser justo con los que juegan poco pero también con los que, tarde o temprano, te van a sacar las castañas del fuego. Y la BBC pertenece a la estirpe de los que acaban solucionando la papeleta porque son buenos. Muy buenos.
Los pucheros
Cristiano se fue haciendo pucheros porque es incapaz de asumir algo que sucede cada día en un campo de fútbol: al que no juega bien, lo cambian. Que le haya llegado el turno no significa que se acerque su final, ni que esté acabado, ni que haya perdido vigencia, ni que vaya a suceder con frecuencia. Significa, simplemente, que hay partidos en los que no juega bien. Sólo eso. No se va de nadie, se ofusca, no está acertado, no trabaja en defensa y acaba siendo nocivo para el equipo, que termina jugando en inferioridad. Le ha ocurrido otras veces, pero no ha habido técnico capaz de sacarlo del campo basándose en la teoría -muchas veces cierta- de que Cristiano siempre aparece. Zidane es de la teoría de que si Cristiano no aparece, lo hará otro.
Eso y que en el fútbol actual hay que ir terminando con las vacas sagradas porque no hay futbolista que aguante sesenta y tantos partidos al mismo nivel y, además, burlando el riesgo de lesión. Aquellas exhibiciones de Cristiano batiendo récords y jugando hasta los minutos de la basura estaban muy bien a mayor gloria personal pero no tienen sentido en la realidad actual. Tendrá que acostumbrarse, dejar de poner cara de goma y tirar rollos de esparadrapo en el banquillo. Eso o volver a la plenitud. Porque estar... no está.